Hoy es miércoles, ombliguito de semana, y te traigo un ritual bien bonito para este mes 11 —ese mes que huele a transformación, a hojas secas y a magia en el aire. Sabes, noviembre es un mes puente: no estamos del todo en el cierre, pero tampoco en el inicio. Es ese espacio donde lo viejo se cae para dejar paso a lo nuevo, como las hojas del otoño. Y justo por eso, este ritual es para florecer en medio del cambio
Vas a necesitar:
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3 velas blancas (porque el blanco es pureza, renacimiento y protección)
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Margaritas frescas (sí, esas flores sencillas pero sabias, símbolo de esperanza y alegría)
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Un poquito de miel,
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Un papelito blanco y una pluma,
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Y, si tienes, un incienso suave (lavanda, sándalo o mirra).
Preparación:
Busca un lugar tranquilo. Este ritual funciona muy bien al atardecer, cuando el cielo se pone color cobre y el viento empieza a enfriar. En tu altar, o en una mesita limpia, coloca las tres velas formando un triángulo, y al centro pon un ramillete de margaritas.
En el papel escribe algo que quieras florecer en ti este mes: puede ser tu autoestima, tu abundancia, tu paz, o incluso un nuevo comienzo. Dóblalo tres veces hacia ti, untando un poquito de miel entre cada doblez, como quien siembra dulzura entre los deseos.
El ritual:
Enciende las velas una a una, diciendo:
“Con la primera llama me abro a lo nuevo.
Con la segunda libero el miedo.
Con la tercera florezco, guiada por mi luz y por el poder del cambio.”
Respira profundo. Deja que la cera comience a derretirse, y mientras tanto, toma una margarita. Arranca uno de sus pétalos y colócalo sobre tu corazón. Luego otro sobre tu frente, y el último en tus manos.
Cada pétalo es una afirmación:
“Estoy lista.”
“Estoy tranquila.”
“Confío.”
Permite que el silencio te abrace unos minutos. Visualiza que el viento otoñal se lleva las preocupaciones, y que las margaritas te llenan de luz fresca, como si florecieras por dentro.
Cuando las velas se consuman, guarda el papelito en tu cartera o debajo de tu almohada. Es tu semilla energética del mes. Y las margaritas puedes devolverlas a la tierra, como ofrenda a los ciclos que se cierran con gratitud.
Este ritual me lo susurraron mis guías hace algunos otoños, una tarde en que me sentía cansada y sin rumbo. Y al hacerlo, sentí literalmente que algo en mí se abría, como si la tierra interior volviera a respirar. Desde entonces, lo repito cada noviembre.
Así que ya sabes, comadre: si estás en un momento de transición, este pequeño ritual con margaritas y tres velas blancas es un recordatorio de que la magia también florece cuando todo parece marchitarse




